Fundadora de No es fácil para nuestro propio ego tener un hijo que
conoce más que nosotros mismos acerca de ciertos temas y tampoco es muy
agradable pensar que en muchas oportunidades ni siquiera tenemos la respuesta
necesaria. Ninguno
de nosotros desea que su hijo lo mire con desilusión cuando nos vemos obligados
a contestar “no lo se” ante preguntas sobre electricidad, plomería del baño,
la naturaleza de Dios, la guerra, la mente, la ingeniería de un motor, etc. Esta
falta de respuestas nos llena de temor porque nos preguntamos: “¿y ahora con
qué nos va a salir? ¡Dios mío! ¡Qué susto, preguntas imprevistas 20 o 30
veces por día!” Parecen insaciables. Sobre
todo si nos preguntan del Bien y del Mal, de Platón y Aristóteles, de los
niños que mueren. No
sabemos cómo salir del paso, porque algunos temas ni nosotros, los adultos,
los tenemos en claro y eso nos produce una gran angustia. Nuestros hijos, a
menudos nos intimidan, es verdad. Creo que
es una situación que permanentemente deben afrontar los padres de niños
talentosos, quienes , si leen estas líneas, me van a dar la razón. Además,
estos hechos y relatos los escucho de centenares de padres que conversan
conmigo. Sus quejas son siempres éstas:”No sé qué decirles”, “¡Qué le parece
lo que me preguntó?”, “¿Qué le contesto?”, “Me dejó atónito con lo que me
propuso”. Y la reflexión siguiente e inevitable es “¿Qué hago’”, y a esto se agrega:
“No sé cómo manejar la situación”. Y con
cuestionamientos tales podría escribir páginas acerca de las inquietudes de
los padres preocupados por las reflexions de sus pequeños. Estos
chicos son así, y ésta es una de sus características: no paran de
preguntar, son una fuente insaciable de conocimiento y eso nos deja agotados,
de tal modo que cuando se van a dormir para todos resulta un alivio. Padres:
recordemos que su niño consiguió sus habilidades de algún lugar, sus genes
familiares comunes o el medio ambiente o la combinación de los dos. Pero
téngalo en cuenta: no siempre es necesario que usted sepa más que su niño. Generalmente
aconsejo echar mano a una buena enciclopedia y, en una aventura fascinante
de investigación, compartir juntos la búsqueda de los conocimientos que a él
tanto le interesan. No nos
asustemos ante algunas preguntas profundas como la muerte, la guerra, Dios y
el hombre, que a ellos les provocan mucha angustia. Ellos deben ver en nosotros tranquilidad, para
trasmitirles seguridad, ya que esto es importante en ese momento, y de este
modo poder ayudarlos a disminuir su nivel de ansiedad (o angustia). Es
fundamental tener un buen diálogo con nuestros niños, para que en un futuro
puedan confiar en nosotros sus problemas personales. Con
criterio y sentido común, que nos sobran a los padres de niños talentosos,
podemos ayudarlos. Pero, cuidado, nunca les debemos mentir, pues son muy
rápidos y lúcidos para darse cuenta de nuestro engaño y , si lo comprueban,
van perdiendo para siempre el respeto hacia nosotros. Recordemos
que la sabiduría toma años para acumularse, y años son los que siempre
tendremos más que nuestro niño. Este artículo fue publicado
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